miércoles, 20 de abril de 2016

Bésame en el río de mi infancia






Bésame en el río de mi infancia. Un río que en su cauce alto bañaba mis noches de juventud.
Este río tiene un lugar mágico, un lugar en el que el agua horada una piedra. Unos enebros y unos pinos vuelven el agua de color verde oscuro con su sombra. Al otro lado de la cueva formada por las  caricias de miles de años de erosión, hay dos chopos que en primavera se abrazan con sus ramas. Junto a los dos chopos hay una piedra que asoma su cumbre sobre el río, y sus raíces de piedra antigua la sumergen en la corriente.
Yo me siento en ese hueco, y  me dejo acompañar por el silencio, me dejo abrazar por los árboles, me dejo acariciar por la sombra del vuelo del halcón, me dejo envolver y me pliego sobre mí.
Besa el agua del río, y que su corriente traiga el recuerdo de tu beso, y siga su camino hasta el mar.
En el mar viven todos los besos de agua.


La fotografía la he tomado del página de Carlos Platero 

 Este texto tiene unos once años, y lo escribí en un foro en el que también escribía Manuel Hualde. 
Él es responsable de este y otros textos, porque era el que inspiraba al resto con sus poemas, y muchos en el foro nos dejábamos arrastar y bueno, creo que se lograron textos muy hermosos.

jueves, 14 de abril de 2016

Y volar...






Y volar, y cantar y soñar. Y reír, y jugar y nadar. Y perderme en tus manos de hombre y andar por senderos de lluvia. Encontrar las canciones perdidas, los silencios que inundan y empapan, y volar, y cantar y soñar. Las nubes nos cuentan leyendas, los árboles nos hablan del mar, y las fuentes nos dan su canción. Y yo danzo en bosques de ondinas, y tú esperas el viento de invierno, y yo te cobijo en mis brazos.
Y los sueños son para estar despiertos, y la lluvia para darnos vida, y el cielo nos lleva con él. El camino nos muestra el camino, y tus pasos son de hombre cansado, y yo sigo a las nubes más blancas.
Ven conmigo a volar y a cantar, a soñar, a reír y a jugar, ven conmigo te dejo mis manos.
Y tu pelo se enreda en mis dedos, y tus pasos ya tienen destino. Ven por caminos de lluvia, te daré mil besos de agua.
Buscaremos los ríos sin nombre, las montañas de dulces laderas, cantaremos el don de la vida, entre risas y dunas de arena.
Y tu infancia juega en mi mirada, mis recuerdos se funden en tus manos, y tus pies de hombre cansado se refrescan junto al manantial.
Ven a vivir y a cantar, ven a reír y a volar, deja al hombre cansado, que la luz y las nubes te sueñan.
Vente a caminar conmigo, por la ruta del sueño perdido.
Ven...



Imagen tomada del blog de  Oscar Pardo de la Salud.

sábado, 9 de abril de 2016

Dunas












La luna de abril era de cristal viejo, y las estrellas nuevas reían en su dulzura antigua. Los ríos de plata y las dunas jóvenes se cortejaban, mientras esperaban lentamente la llegada del día. 

Las horas de cristal lento se deslizaban por los bordes de las dunas, hasta sumergirse en los ríos. En el fondo quieto, silencioso y oscuro, esperaban agazapadas. La noche creaba su propio ambiente, a espaldas de la realidad, que llegaría cuando la tierra terminase un nuevo giro sobre su eje.

La tierra sabía de las dunas, de los ríos, de las estrellas. Sabía del sol y del día.

La tierra se  mecía en su lento viaje alrededor del sol. Para ella, el viaje tenía su encanto. Un viaje en medio del frío, del silencio, pero sabiéndose acompañada por otras tierras, otras galaxias, otras constelaciones, otras estrellas. La tierra, esa noche, estaba sola, pero se sabía acompañada.