viernes, 19 de febrero de 2016

Séptimo reto



Séptimo reto
No me lo puedo creer. Ya está mirando  el menú como si tal cosa, pero no se da cuenta de que es muy alto, muy blanco, pesa mucho y va desnudo. Un camarero hace ademán de llamar a la policía, yo no tengo ganas de explicarle nada, pero mi bello amigo decide que necesita preguntar por la espuma de zanahoria, y entonces le digo al camarero que sí, que llame a la policía. Total el año pasado ya tuvimos la misma, pero lo de este año va a ser peor, porque este año se ha buscado de sustituto una copia de metacrilato azul. No tengo ganas de pensar, me duele la cabeza.
—Tienes que escucharme, no puedes tratarme como si no comprendieras mi situación.
Llega la policía y decido que es buen momento para desmallarme, pero para que nadie le tenga miedo, le digo que me sostenga en su brazos, mi bella estatua, David, tan blanco, tan grande, tan desnudo y tan pétreo me sostiene, yo cierro os ojos y decido que mañana contaré lo de la copia azul de plástico.



7. Escribe una historia ficticia sobre un encuentro con una celebridad en un restaurante.
 

viernes, 12 de febrero de 2016

Sexto reto



Nora es muy guapa, pero ella no lo sabe. Hace mucho tiempo que nadie le acaricia la nuca, el cuello, la boca.
Se recoge su pelo rubio en un moño, y su cara adquiere más elegancia. Es esbelta, y sonríe despacio.
Es muy fuerte y muy frágil, lleva años peleando en la vida, para hacerse un hueco para ella y sus hijos.
El hijo mayor tiene galaxias en el cerebro, porque se introduce estrellas por la nariz. Ella vive con espadas ardientes clavadas en su hígado.
Anda con elegancia, y cualquier tipo de ropa le sienta bien. Se viste con ropa barata, pero esa ropa sobre su cuerpo parece comprada en una boutique cara.
Es capaz de trabajar toda la semana, incluidos sábados y domingos, y además conseguir tener la casa ordenada, la comida preparada, y estar siempre arreglada. Aún le queda tiempo para leer por las noches, y pegarse alguna escapadita a la playa.
La admiro mucho, yo no soy tan fuerte como ella. Sólo le veo un defecto, su cara no es muy expresiva. Cuando estás con ella, tiene la misma expresión cuando encuentra un trabajo que cuando la han despedido. Te cuenta en el mismo tono de voz, el sufrimiento que tiene por su hijo y una receta de cocina.
Sus ojos son claros, pero cuando te asomas a ellos, no ves nada. Son tantos años de negarse a sí misma, que parece no habitar nadie tras esa mirada.
La vida, tan imprevisible, te hace pequeños regalos. La mirada de Nora brilla, su cara se ilumina, y su boca sonríe cuando lee algunos poemas. Poemas que rompen muros de resignación, que abren grietas en la dureza de la desesperanza, y fluye el alma líquida. El alma que ella tenía con 18 años.
Se ruboriza, sonríe abiertamente, y con un gesto inconsciente que la delata, se lleva la mano a la boca para tapar su sonrisa.
Nora confiesa que el mayor pecado es no haber vivido, y le entran unas ganas irreprimibles de redimirse de tantos años de pecado.
Quiere amar, quiere que la amen. Pero tiene miedo, mucho miedo.
Yo le regalo poemas, hoy uno de Benedetti, mañana uno de Neruda, y por el camino algún que otro poema de un poeta del alma, que todavía no ha publicado.
Mientras tanto, Nora se va acercando al amor y a la vida, y yo espero con paciencia, poder asomarme a su mirada y ver a la gran mujer que lleva dentro.
Cuando eso ocurra, será como ver un gran cuadro, una obra de arte, y me deleitaré en todos los trazos del pincel, en todos los matices de los colores, en toda la profundidad de la perspectiva.
Cuando eso ocurra, Nora se habrá redimido del pecado, y todos sabemos que lo único que nos redime de verdad es el amor.

Que los dioses te sean propicios Nora.


martes, 2 de febrero de 2016

Quinto reto



5. Escribe una historia con tu canción favorita como argumento.





El camino gastado por el tiempo y el olvido nos lleva hasta los pinos del estanque azul.  Allí descansaremos, porque ya no hace frío, porque nos darán sopa y un saco de dormir, para no tener frío. El miedo seguirá con nosotros, pero al quitarte la botas y dejar que los dedos de tus pies se muevan libremente, parece como si de nuevo estuviéramos en casa, en nuestra habitación, como si de pronto pudiéramos tomar el libro de la mesita y seguir con su lectura como si nada, como si nunca nos hubiésemos movido de allí, como si los kilómetros de distancia no existieran. Quizá no existen. Los dedos se mueven, me dan calcetines secos, me acurruco en  el saco y sueño con amaneceres tranquilos, sin niebla y con mucho sol. Quizá el Mediterráneo vuelva a ser lo que era, un lugar para escuchar sirenas malvadas y no un lugar de olvido oscuro.
Me despierto llorando, está claro que ser nómada no es lo mío, ¿o sí? Quizá a partir de ahora siempre seré alguien que no se queda mucho tiempo junto a  ningún corazón, por miedo a despertarse con frío.